La lucha contra el lavado de activos: esta es la historia internacional y el caso de Colombia

Magdalena Ovalle

Líder de Comunicaciones Internas @ Kushki

octubre 13, 2020

Lectura de 4 minutos

Muchos hemos visto las series y películas que muestran la historia de grupos criminales y cómo estas redes lavan grandes sumas de dinero. Lo cierto es que esos guiones no están completamente alejados de la realidad, y es que cuando se realizan actividades ilegales también surge la necesidad inmediata de camuflar el origen de todos esos fondos y hacer que pasen inadvertidos para los fiscalizadores. Muchos de los casos se concentran en la región: los países de América Latina y el Caribe se encuentran en los extremos más riesgosos del Índice Antilavado de Dinero 2020, publicado por el Instituto de Gobernabilidad de Basilea, un centro de estudios ubicado en Suiza.

La historia, eso sí, partió mucho antes y más al norte del continente. En 1920, el término “lavado de dinero” empezó a usarse cuando las mafias norteamericanas creaban redes de lavanderías para esconder la procedencia de fondos ilegales que venían de actividades criminales. Para estos grupos liderados por algunos de los mafiosos más famosos, como Al Capone o Meyer Lanski, la razón era simple y sin mucha ciencia: como la mayoría de los pagos de las lavanderías se hacían con plata metálica, era la manera más fácil de camuflar dinero y no poder rastrear todo su origen.

El punto de partida

¿En qué se basa el problema? Todo parte del principio de que, lo que nace ilícito o es obtenido de manera ilegal, nunca podrá llegar a ser lícito. A lo más, podría llegar a tener una cierta apariencia de legalidad. Los Estados de los diferentes países persiguen el lavado de activos basándose en ese principio básico.

En 1970, se inauguró en Estados Unidos un esfuerzo normativo en contra del lavado de activos. Era la llamada Ley del Secreto Bancario. Hasta ese minuto, los delincuentes habían aprendido a aprovecharse fácilmente de la confidencialidad para esconder todo tipo de actividades. El Congreso norteamericano alzó la voz y se instauró el deber de conocer al cliente, reportar operaciones y títulos monetarios, entre otras cosas. Todo eso, acompañado de sanciones si no se cumplía.

Un poco más tarde, en 1973, el Presidente Nixon creó la mítica DEA (Administración de Control de Drogas), que sale representada en muchas producciones de la pantalla grande. Ese mismo año, la revista Time publicó un artículo que señalaba a Colombia como “el nuevo centro de la droga”. El periodista Alberto Llera aseguraba que desde el país cafetero se repartía droga hacia Jackson Heights, en Nueva York.

Colombia y el lavado de activos

Resultó ser que la revista Time no estaba muy equivocada. En Colombia, el narcotráfico fue tomando fuerza en la década de los ochenta y noventa. Uno de los líderes narcotraficantes más famosos a nivel mundial fue Pablo Escobar, cabeza del cartel de Medellín. Según cifras internacionales y estimaciones, se calcula que el colombiano llegó a estar dentro de las diez personas más ricas del mundo.

En el código penal de Colombia, cualquier persona que adquiera, resguarde, invierta, transporte, transforme, almacene, conserve, custodie o administre bienes que tengan origen mediato o inmediato en actividades delictivas como tráfico de migrantes, narcotráfico o financiación del terrorismo, entre muchos otros delitos, puede llegar a tener una pena de diez a treinta años de prisión y multa de mil a cincuenta mil salarios mínimos legales mensuales vigentes, Es decir, toda persona que esté involucrada en la cadena que se utiliza para lavar dinero, sabiéndolo o no, puede salir perjudicada.

Por eso, cada 29 de octubre se celebra en Colombia el Día Nacional de la Prevención del Lavado de Activos y Financiación del Terrorismo. El evento es organizado por la Cámara de Comercio de Bogotá, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito y Negocios Responsables y Seguros (NRS), como un espacio para promover la cultura y educación antilavado a nivel nacional. En Kushki, nos sumamos al Día Nacional de la Prevención del Lavado de Activos y la Financiación del Terrorismo.

Latinoamérica en la mira

Para combatir el lavado de dinero, la financiación del terrorismo y de proliferación de armas de destrucción masiva, es que surge en el año 2000 el Grupo de Acción Financiera de Latinoamérica (Galifat). La entidad agrupa a 17 países de América del Sur, Centroamérica, América del Norte y el Caribe. En 2019, lanzaron un Informe de Amenazas Regionales en Materia de Lavado de Activos. Ahí, se identificaron siete amenazas actuales:

  • Tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas
  • Transporte ilícito de dinero por frontera
  • Delitos fiscales (impuestos directos e indirectos)
  • Participación en grupos delictivos organizados
  • Contrabando (incluye impuestos y cargos aduaneros)
  • Corrupción y soborno
  • Trata de personas y tráfico ilícito de migrantes

También, el Índice Antilavado de Dinero AML 2020, del Instituto de Gobernabilidad de Basilea, evalúa las vulnerabilidades de los países y sus capacidades para reaccionar ante estos delitos. Los puntajes se calculan en base a datos de grandes instituciones como el Grupo de Acción Financiera Internacional, Transparencia Internacional, el Banco Mundial y el Foro Económico Mundial. En la versión 2020 del informe, la puntuación de Chile llegó a 3,82, ubicándose en el lugar 125 de 141 países, siendo el mejor evaluado de Latinoamérica y el Caribe. Venezuela y México fueron algunos de los peores rankeados de la región, ubicándose en la sección de “alto riesgo” con puntajes de 6,56 y 5,20 respectivamente.

¿Qué hacemos en Kushki para combatirlo?

En el mundo se lavan aproximadamente dos trillones de dólares cada año. Es por eso que en Kushki estamos muy conscientes de las amenazas que acarrea esta actividad para nuestra región. Contamos con un sistema de administración de riesgos para prevenir el lavado de activos y la financiación del terrorismo. Nos aseguramos de conocer a nuestros clientes y verificar que funcionen de manera transparente, de forma de poder detectar cualquier tipo de comportamiento que se salga de lo normal. Si esta mala práctica fuera fácil de atacar solo por los fiscalizadores, ya se habría acabado hace años. Lamentablemente no es así y las técnicas se van sofisticando año tras año, por eso es necesario que cada eslabón de la cadena haga su parte.

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